Liderazgo femenino y la trampa de la autosuficiencia: ¿por qué nos cuesta tanto pedir ayuda?
01 / 07 / 2025
En abril de 2025, la psicóloga y coach de vida Josefina Arancibia compartió una profunda reflexión titulada “Liderazgo femenino y la trampa de la autosuficiencia”, en la que abordó los desafíos que enfrentaban muchas mujeres en posiciones de liderazgo al momento de pedir ayuda. El artículo, escrito en un tono testimonial y analítico, visibilizó cómo modelos culturales heredados seguían condicionando la forma en que las mujeres se relacionaban con el poder, la vulnerabilidad y la colaboración.
Arancibia partió de una pregunta que muchas mujeres líderes podrían haberse hecho en silencio: “¿Cuántas veces nos hemos visto diciendo que no necesitamos ayuda cuando sí la requerimos?”. Desde allí, desarrolló una crítica a la noción de autosuficiencia mal entendida, ligada a un mandato cultural que enseñaba a las mujeres a ser fuertes, resolutivas y eficientes, pero no vulnerables. En ese imaginario, mostrar necesidad de apoyo podía interpretarse como debilidad, especialmente en contextos laborales competitivos.
La autora describió cómo este patrón había sido potenciado por las redes sociales, donde se reforzaban imágenes de mujeres “ideales”: felices, exitosas, con cuerpos perfectos, capaces de cumplir múltiples tareas sin mostrar señales de agotamiento. “Queremos demostrar que merecemos el lugar que ocupamos”, afirmó Arancibia, pero no pedir ayuda tenía un alto costo, no solo en términos emocionales y físicos, sino también en el funcionamiento de los equipos y organizaciones.
Uno de los aspectos más potentes del texto fue la metáfora de la “armadura brillante, pero pesada” con la que muchas mujeres habían llegado a puestos de liderazgo. Esa armadura protegía, pero también aislaba. Impedía reconocer el cansancio, compartir incertidumbres o formar redes de colaboración reales. Incluso, señaló Arancibia, hubo casos donde esta dinámica llevó a mujeres a abandonar sus cargos de forma silenciosa, una vez que se vieron completamente sobrepasadas.
Desde una mirada histórica, la autora recordó que en culturas ancestrales las mujeres no criaban ni trabajaban solas, sino en clanes, en dinámicas cooperativas donde pedir y ofrecer ayuda era parte natural del tejido social. En contraste, explicó que hoy el ideal de independencia había sido malinterpretado como la obligación de resolverlo todo en solitario.
En este contexto, Arancibia hizo un llamado a redefinir el liderazgo femenino: no desde la perfección o la heroicidad individual, sino desde la humildad, la red y la autenticidad. “Pedir ayuda no es rendirse”, afirmó. “Es abrirnos a la colaboración y ser auténticas. Es reconocer que nadie lidera sola. Que los grandes cambios no los hacen individuos heroicos, sino redes fuertes”.
Para avanzar hacia un liderazgo más saludable y humano, propuso cuatro prácticas concretas:
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Decir “no puedo” sin culpa, entendiendo que no era un fracaso, sino una forma de autocuidado.
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Delegar con confianza, permitiendo que el equipo creciera a través de nuevos desafíos.
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Buscar redes de apoyo, como mentoras o colegas con quienes se pudiera hablar con honestidad.
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Escuchar los propios límites, desarrollando un diálogo interno que permitiera reconocer la sobrecarga.
La nota cerró con una declaración inspiradora: “El futuro del liderazgo femenino no es solitario. Es colectivo. Es empático. Y lo mejor: es imperfecto y real, como la vida misma”. Con ello, Josefina Arancibia ofreció no solo una crítica, sino también una hoja de ruta hacia un liderazgo que fuese sostenible, humano y profundamente transformador.