El Compliance es clave para recuperar la confianza

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Por Tamara Agnic

18 / 01 / 2023

Hemos sido testigos de la profundización y endurecimiento de la legislación y normativa tendiente a mejorar los estándares de comportamiento de las organizaciones. En parte como resultado de casos que han dañado seriamente la credibilidad del sistema económico y que han provocado grandes perjuicios a la ciudadanía. No solo en Chile, sino que en el mundo entero.

Por otro lado, la utilización del concepto de compliance, para algunos, se ha tornado casi una moda. Efectivamente, la respuesta que han encontrado las organizaciones para hacer frente a los mayores riesgos de fraude, corrupción y otros delitos o situaciones de gran impacto reputacional –considerados como los nuevos riesgos corporativos-, ha sido con frecuencia la creación de la función de compliance.

Pero también es cierto que se suelen escuchar críticas o reclamos internos por la burocracia que se ha incorporado al quehacer diario como corolario de haber dotado a las empresas de modelos de prevención, códigos de ética, política de relaciones con funcionarios públicos y otros procedimientos que significan pesados sistemas de control otrora casi inexistentes.

La pregunta es, ¿debe necesariamente un adecuado sistema de compliance atentar contra la estrategia y la manera fluida de desarrollar el negocio? Definitivamente la respuesta es no. Muy por el contrario, el compliance debe ser un aliado indiscutible de las estrategias de negocio que fijen las organizaciones en aras de recuperar la confianza perdida a raíz de los malos comportamientos corporativos.

La corrupción, la deslealtad y los abusos corporativos han ido construyendo una red que, si bien no es generalizada, sí es relevante. Y lo es porque ha tocado temas muy sensibles para el regulador, como lo es el resguardo de los consumidores y el combate a delitos graves como el soborno y el cohecho que atentan contra la credibilidad y confianza de los mercados. Es por eso por lo que importa tanto el compliance. Es por eso que cada vez cobra más sentido “hacer lo correcto” en lo cotidiano y no solo en los “manuales”.

La percepción de abuso ha dañado la confianza en instituciones, autoridades, empresas e inclusive, entre pares, amigos y familiares, y en una economía abierta como la nuestra, la confianza lo es todo. El cumplimiento es confianza. Es un antídoto clave para momentos en los que la ciudadanía, el regulador, el fiscalizador y el sistema en su conjunto demandan certezas y seguridades, que duda cabe, es el compliance.

Cuando hacemos una extensión del concepto de cumplimiento a varios otros aspectos y dimensiones del comportamiento corporativo, no es posible dejar de lado lo que se hace en materia de sostenibilidad y de prevención, mitigación y adaptación al cambio climático y equidad de género, por ejemplo. En cierto modo, el cumplimiento es una forma de sostenibilidad para las compañías en el largo plazo.

La emergencia de exigencias internacionales en materia de inversión sostenible, reporte bajo enfoque ESG (Environmental, Social and Governance), los esfuerzos por la permanente actualización de la normativa y la persecución de la corrupción son signos inequívocos de que tanto el mundo privado como el mundo público, están en la misma sintonía. Tal vez falta un empujoncito para algunas personas que aún piensan que estos temas son una moda o son pasajeros.

No lo son. Quien no entre a la lógica del combate a la corrupción en todas sus formas, quien no asuma el desafío de exigir un desempeño con integridad a las empresas, quien no tome en serio la observancia de los estándares nacionales e internacionales en materia de compliance y sostenibilidad (ESG), corre serio riesgo de quedarse fuera del mercado. Así de simple y categórico.